

Tal vez sea por costumbre o un aprendizaje que arrastramos desde mucho tiempo atrás, los seres humanos tendemos a ir postergando todo para después, para ese mejor momento o la ocasión perfecta que, en la mayoría de casos, nunca llega.
Ocurre que sin querer olvidamos que el tiempo y junto con el tiempo la vida, transcurre en un solo sentido, y los momentos que pasan se pierden sin que los podamos recuperar jamás. Es verdad que el sol sale todos los días, pero se trata de un nuevo sol, de un nuevo día, de una nueva oportunidad que debemos agradecer, porque tenemos entre nuestras manos un regalo que a muchos se les ha negado desde el día anterior.
La sabiduría popular nos enseña que «hay que guardar pan para mayo», y más allá de la PRUDENCIA y RESPONSABILIDAD que encierran esas palabras, debemos considerar que se refiere a RECURSOS que en principio se puedan guardar, porque de alguna manera los tenemos en abundancia o al menos en cantidad suficiente como para reservar el recurso para las «épocas de las vacas flacas».
Con esas ideas en mente y tal vez sin darnos cuenta, estamos postergando nuestra felicidad, por eso es muy común escuchar: voy a ser feliz cuando termine la universidad, cuando tenga un mejor trabajo, cuando me compre una casa o me saque la lotería…seguido de un largo etcétera que nos resultará familiar, convirtiéndonos de esta manera en seres dependientes de las circunstancias.
Está bien soñar, está bien aspirar a superarnos en los aspectos que consideremos relevantes, pero la felicidad no se puede almacenar, no es algo que podamos estar postergando por esa costumbre de andar dejando todo para mañana. Seamos felices en el más PRESENTE de los tiempos: hoy, aquí y ahora.
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